Hoy os traigo Libertad, un relato corto que publicaré dividido en 5 partes a partir de hoy los lunes y miércoles de la semana que viene y la siguiente. Espero que os guste, aquí os dejo la primera parte:
Libertad
Un día, después de un sueño inquieto, se despertó bruscamente, no recordaba nada, tan sólo el sentimiento de libertad que respiraba cuando volaba entre las altas copas de los árboles que habían en lo que él imaginaba su hogar, su bosque. Una sensación de calma y serenidad inundó su ser. Su bosque. ¿Por qué lo sentía tan cerca y a la vez tan lejos? Reflexinó mientras su mente le proporcionaba otra pregunta no menos importante: ¿dónde se encontraba? Dedicó unos minutos a observar la pequeña habitación que le rodeaba, era pequeña, pequeña y claustrofóbica, muy diferente a su bosque. Necesitaba salir y respirar pero lo cierto era que no sabía cómo, había una ventana abierta, sin embargo, sus alas parecían no querer desplegarse y ayudarle a escapar de allí, por tanto, sólo le quedaba esperar.
De
repente, un destello llamó su atención: un espejo. Pero no, aquél
no podía ser él. Se fijó detenidamente en su reflejo, en cada
detalle pero no, aquel ser, aunque levantara un brazo a la vez que
él, aunque tuviese la misma mirada espantada que él debía tener,
no podía ser él. Descartó la idea de ser aquel adolescente de ojos
azules, piel blanquecina y pelo rojizo que le escrutaba con la
mirada, ni siquiera el hecho de que su pelo era del mismo color de lo
que había sido su plumaje despertó en él la más mínima duda.
Escuchó
un sonido, parecía un claxon, miró de reojo la ventana, ¿y si lo
intentaba? Se preguntó, ¿qué pasaría? Se acercó a ella y dirigió
su mirada hacia la calle. ¡Error! Empezó a sentirse mal, se mareó
y se alejó. ¿Qué había pasado? Se preguntó. No entendía nada,
él nunca había tenido aquella sensación. La puerta se abrió
bruscamente:
-¿Qué
haces ahí plantado como un pasmarote?- Exclamó un chico, de edad
similar al joven del espejo, que le miraba fijamente y con gesto
enfurruñado, lo ignoró.- No me contestas, pues tu sabrás lo que
haces Juan.
-¿Quíén
eres? ¿Cómo me has llamado?- Preguntó Juan desconcertado cuando
finalmente se dió cuenta de que se refería a él.
-Soy
Antonio, venga Juan, déjate de bromas que tenemos clase, termina de
prepararte y baja al portal que nos tenemos
que ir o llegaremos tarde- Juan comprendió en ese preciso instante
que aquel “Antonio” no era la
persona comprensiva que necesitaba para ayudarle a recordar qué
hacía allí, quién era aquel chico que le miraba a través del
espejo, quién era él mismo o qué había sido; debería buscarse a
otra persona para ello.
Antonio
salió de la habitación y, tras meditarlo unos segundos, Juan lo
siguió con paso apresurado, no tenía otra opción mas que seguirle,
además, no sabía lo que era un portal. Le quedaba tanto por
descubrir...
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